Cuento a tono con el día

Guadalupe había dado a luz a su único hijo el 12 de Diciembre de 1976, para ella, pobre pero honrada y muy católica, durante el parto y saber la fecha que marcaba el calendario era una señal divina de una criatura llena de bendiciones y buena estrella; todas esas esperanzas se desvanecieron cuando después de no escuchar el primer llanto de la criatura vió un ir y venir de médicos y enfermeras.
Parto prolongado.... asfixia.... daño cerebral... irreparable.... nada que hacer.... no caminará.... todas esas confusas palabras fueron como una sentencia de muerte.
Lo primero que hizo al salir del hospital con la criatura en brazos fue dirigirse a la basílica para rogarle a la virgen que le diera la vida que todo niño merecía, que lo hiciera por un ser indefenso que siempre estaría a su servicio.... lo juraba por su vida.
Y así año tras año los ruegos fueron cambiando, de pedir por que la criatura pudiera comer sin atragantarse, que se sentara, que caminara, llegó la resignación final, que se hiciera la voluntad de la santa virgen.
Pero los años seguían pasando y la criatura que inspiraba tanta pena y ternura a cualquiera que se atreviera a mirarlo se transformó en un adulto deforme, que emitía sonidos espantosos. Demasiado para Guadalupe, que 30 años después llegaba puntual a la basílica.... esta vez su ruego había cambiado: recógelo madrecita, yo ya no puedo más....
Su ruego finalmente fue escuchado.....

En los andenes del metro se desató la confusión por un asalto, el ladrón se hizo paso entre la multitud a empellones tratando de alcanzar uno de los trenes tirando a su paso la silla de ruedas del hijo de Guadalupe, justo en el momento en que uno de los trenes llegaba.
La multitud solo vio a Guadalupe persignarse y retirarse sonriendo.