El día había comenzado encabronadamente mal, miles de asuntos que atender, pendientes a medio terminar y el maldito dolor de cabeza martilleando a todo lo que daba.
En su casa se tendió sobre la cama, pero entre la furia y el tedio del mal día y el dolor de cabeza empeorando, decidió salir.
Hoy no circulo, maldita sea.
Tomó un taxi y se dirigió sin ninguna razón a Perisur. Comenzó a caminar entre la gente que se apretujaba en las tiendas,
Época de baratas, pensó con malestar.
El aparador de mixup señalaba que el nuevo disco de Rammstein estaba a la venta, era perfecto para ayudarle a sacar su furia.
Salió del centro comercial, a esa hora era igual de peligroso treparse a un taxi que a un microbús de la ruta Barranca-Cuemanco y el dolor de cabeza de cualquier manera no desaparecía.
Abordó el micro, además de sintonizar el radio a todo volúmen en la K-buena el excéntrico microbusero tenía luz negra decorando la unidad, para disgusto de su dolor de cabeza. No bien había abordado el maldito operador arrancó zarandéandola contra los asientos.
Con cuidado joven
El imbécil conductor sonrío con sorna.
Pasando viaducto pidió la parada, el chofer volvió a sonreir y se fué de paso. Ella con la cabeza taladreándole y su bolsita de mixup se dirigió a la puerta delantera y volvió a pedir la parada, no se detuvo.
Entre la furia y el dolor de cabeza vió una llave Steelson junto a la palanca de velocidades, se agachó para recogerla, pidió por tercera y última vez la parada, por respuesta una risa burlona de nuevo.
Te vas a parar hijo de puta...
Soltó la llave contra el cráneo del sorprendido tipejo.... gritos de la gente, el chofer zigzagueando sobre el periférico y frenando bruscamente. De nuevo la llave contra el cráneo, su dolor de cabeza desapareciendo, una y otra y otra vez la llave contra el cráneo del pobre imbécil.
Ahora quién se ríe cabrón hijo de perra?
La gente bajándose del microbús mientras gotas de sangre cubrían su ropa y sus manos. No se detuvo hasta que solo quedó el sonido del radio, el chofer yacía inerte sobre el asiento.
No sonaban las ambulancias ni las patrullas.
Se bajó del micro, cruzó el primer puente peatonal que se encontró, encendió un cigarrillo en el camino y de nuevo en su cama durmió bajo los acordes de Benzin, el dolor de cabeza se había ido.
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